lunes, 10 de noviembre de 2008

Último tango en el París (3a parte)

CAMBALACHE

Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición,
da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón...

Cuando Angie subió las escaleras se encontró con aquellos ojos claros y el bigote amplio ya por ella conocidos. Trató de disimular pero la boletera le hizo una seña corta mirando hacia la puerta. Aquel hombre alto le había pagado una salida. Bajó deprisa por su abrigo y el dinero que le había pedido prestado al Buda. Alcanzó al tipo en la puerta y procuró no voltear a ver a Malena en la parte final de su show.

Dios mío, cuida a esa pendeja - pensó y caminó al lado de su cliente de esa noche.

Víctor y Ángeles se habían conocido en Torreón hacía ya casi un año. Él, ex policía Federal, se encargaba de repartir la mercancía en casi todos los tugurios de la ciudad excepto donde Angie trabajaba. Ella, una de las chicas con más clientela del lugar, había aceptado mover la mercancía de Víctor a escondidas de los dueños quienes por su parte introducían lo que la policía “decomisaba” en los operativos.

Angie era una trabajadora discreta. En privados y en algunas salidas ocasionales colocaba la misma cantidad de “merca” que sus patrones. Ella ofrecía sólo a sus clientes, nunca a las compañeras de trabajo ya que esa podría ser su perdición: al enterarse los dueños del lugar estaría frita. Y fue así que “los Chimpas”(como le llamaba a sus patrones) se enteraron de su negocio. Un cliente comentó a otra chica acerca de las ventas de Angie y ésta la denunció en el lugar.

“Los Chimpas” la investigaron planeando una emboscada junto con la Federal para ella y su cómplice: la policía entregaría a los dos narcos mediante un operativo y cerraría los tugurios que resultaban verdadera competencia para sus socios; un plan redondo. Víctor se enteró de la redada por medio de sus contactos en la Federal, apenas le dio tiempo de empacar y pasar por Angie al motel donde se hospedaba.

Munutos antes que Víctor llegara al motel, un policía le entregaba su socia dos maletas de mercancía a su nombre. La emboscada era completa, atraparían a Angie con más mercancía de la normal para exhibirla a los medios. Cómo la mercancía era de la Federal, la recuperarían al instante, no habría pérdidas. El ex Federal la llamó y al llegar pidió un cuarto vecino al de Angie, pasaron la mercancía a su camioneta y huyeron minutos antes del operativo ante el asombro y la consternación de una Ángeles incrédula y nerviosa que no hacía más que repetir que se los cargaría la chingada en cualquier puto momento.

No he podido colocar la mercancía en el otro lado- dijo Víctor ya en el estacionamiento del centro comercial, al sur de la ciudad.

Y era cierto, llevaba todos esos meses sin poder moverla. Hacía apenas una semana que un gringo se había ofrecido a pasarla pero no le dio confianza, seguro lo denunciaría con la Federal o con sus ex socios que también lo buscaban. Mientras contaba esto, le dio unas llaves a Angie y le ofreció buena comisión por colocar parte de “la merca” conocida, no sería de golpe ni en “el París”, lo haría en tres lugares diferentes. Había logrado contactos con distribuidores en Durango, Zacatecas y Guadalajara pero ella tendría que hacer el trabajo. Sola. A él lo seguían muy de cerca en esos días y hasta había tenido que regresar dos veces a la ciudad al sentir que lo vigilaban en la carretera.

Mañana la esperan en Durango, o la entrego o ya no se hace el bisnes - dijo. Es apenas la cuarta parte pero eso ayudará mientras coloco el resto, además de que en estos días quemo mi último cartucho con los gringos. ¿Cómo ves?

Angie lo escuchaba atenta, lo observó por un momento y recordó los buenos tiempos de sus negocios en Torreón, después pensó en el nuevo depa y en Malena. El dinero no le vendría mal y quizás podría quedarse con la camionetita que Víctor señalaba al entregarle las llaves. La Federal no la buscaba, sólo a Víctor que les había hecho pasar un ridículo enorme huyendo con todo el botín y dejando a la prensa del estado como pinche novia de pueblo: vestida y alborotada. Se quedó pensando por un momento antes de responder.

¿Y que tal si desaparezco o me da la gana venderla por mi cuenta?– le dijo al oído ya con las llaves en la mano izquierda y la barbilla de su amigo en la derecha.

Eso no pasará Ángeles, yo sé que no. Eres muy cabrona y nada pendeja - le respondió para después besarle la mano que le acariciaba el rostro, acomodar su cabello y darle una pequeña palmada en hombro.

Me conoces bien ¿Verdad cabroncito? Me conoces demasiado bien. ¡Culero ¡- respondió Angie dándole un lengüetazo en el oído, una mordida en la oreja y bajando la mano para friccionarle por debajo del cinturón. Estalló en una carcajada y cerró el trato con una sonrisa de completa complicidad. Víctor le pidió el celular, nadie debía enterarse, le dio uno nuevo y también le dio cuatro días para las entregas. Él le indicaría que hacer con el efectivo. Sólo podían llamarse entre ellos, le dio un rollo con billetes para los gastos y al final la vio alejarse rumbo a la camioneta.

Dios mío cuida esa pinche camioneta – dijo Víctor en voz alta mientras Angie salía a toda prisa del estacionamiento rechinando llantas y tocando cinco veces seguidas el claxón.

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